EL FANTASMA DE GASTÓN GADÍN.

Era nuevo como repartidor de artículos de ferretería, antes de eso era productor de eventos comerciales y que una vez declarada la cuarentena por la enfermedad del Covid, fue un sector que murió en un 100%. Este empleo lo tuve que tomar de manera repentina y sin ninguna experiencia, así que me manejaba con torpeza y con las escuetas instrucciones de Victor, el chofer, con el que recorría algunos barrios de Asunción, me explicaba más o menos, cómo abordar a los clientes a según lo que se le quedó viendo cómo se movía el último vendedor que lo acompañó y que pidió permiso indefinido para cuidar a su madre anciana, una de las primeras contagiadas por la peste.

Fue así que llegué a una pequeña ferretería de Villa Morra que tenía las puertas cerradas y Victor me dijo: “tenes que aplaudir y esperar un rato, si nadie te atiende y la puerta no está llaveada entra nomás a esperarle a los dueños porque a veces están en el fondo”. Yo seguí sus instrucciones y me pegué el susto de mi vida.

La familia Dépres estaba huyendo de los horrores de la primera Guerra Mundial, que había devastado Europa y su Francia natal, todas las relaciones comerciales, lugares y las personas que conocían se hicieron polvo en los apocalípticos años que duró esa horrorosa confrontación bélica.

Habían subido a un barco que hacinados como ratas los dejó en el puerto de Buenos Aires, ciudad en la que durante algunos años vivieron penurias indecibles para sobrevivir pero que finalmente pudieron ahorrar algo de dinero, trabajando para otras familias inmigrantes que con un poco más de suerte pudieron establecer comercios y pequeños talleres de producción artesanal de muebles, para los cuales el Sr Claude, esposo de Pauline y padre del pequeño Michel, se volvió un valorado ebanista, oficio que había heredado de sus padres y abuelos.

El Sr Hagege, comerciante judío de origen francés ya entrado en años, que durante esos años duros le dío trabajo constante le había dicho que su primera propiedad la había comprado de la siguiente manera: - Se había dado cuenta de que una casa, ubicada cerca del puerto, sobre una avenida principal no estaba siendo ocupada desde que llegó a la ciudad a pesar de tener una formidable ubicación comercial.

Le llamó tanto la atención y decidió investigar el porqué, hasta que supo que allí decían los vecinos que habían fantasmas y movimientos frutos de un terrible enfrentamiento entre grupos de la mafia italiana del contrabando.

Antes que espantarlo, eso le pareció que podría ser la oportunidad de su vida, pues como no creía en fantasmas, no perdía nada con averiguar el precio del inmueble.

Y fue asi, que cuando dio con el dueño, la compró por un precio irrisorio, calculaba él que a unos 10% del precio real; y estaba allí, hacían al menos 20 años sin que tuviera ningún encuentro con los espectros que tantos inquilinos e interesados habían espantado antes de su llegada.

Monsieur Hagege llegó a la conclusión de que si los argentinos eran así de supersticiosos, en Paraguay debía ser igual o peor; país del que le había llegado la información que circulaba entre la comunidad de inmigrantes franceses de una quinta con similar historia que ya llevaba años en estado de abandono; ubicada en la señorial avenida Dr Morra y calle del Parque (lo que hoy serían Av Mcal Lopez y Senador Long) con más de 3 hectareas de tamaño. A sabiendas que su socio Claude Dépres tenía ganas de independizarse, le da el contacto y el consejo de que la adquiera, por el aprecio y respeto que se tenían.

Fue así que la familia se embarca nuevamente, esta vez arribando el río Paraná a bordo del vapor “Tembey” en la aventura de llegar a Asunción a negociar la compra, que tal cual como se suponía, estaba a precio regalado. La casa quinta había sido el local donde años antes, el matrimonio de galos compuesto por Jean Laurent Gadín y Emma Elisabeth Lacour fueron asesinados el día 26 de julio de 1915 con un hacha por su peón Cipriano León y sus cuerpos calcinados por nadie menos que su hijo Gastón, quien había planificado fríamente el hecho, en uno de los crímenes más recordados de la historia del país y que se constituyó en un hito de la historia jurídica paraguaya por ser el último en el cual los condenados fueron ejecutados por fusilamiento, que se concretó el 1 de diciembre de 1.917.

Gastón Gadín tenía problemas mentales, algo que para esos tiempos era como una maldición para los padres, desde siempre le tuvieron poca paciencia y era permanentemente relegado hasta el punto de llevar una vida tan miserable como la de los peones, con quienes tenía mejor relación que con sus padres; en ese humilde ambiente que se diferenciaba de la ostentosa forma de vivir de sus progenitores que se codeaban con la alta alcurnia asuncena (el padre era un reconocido masón) el joven conoció y se enamoró de Anita Mayeregger (hija de uno de sus empleados) quien no era del agrado de los patrones.

Ese rechazo fue la gota que colmó la paciencia de Gastón, que se dejó llevar por los maliciosos impulsos de probables alucinaciones que le indicaban que la solución a sus problemas pasaba por deshacerse de sus padres, quedarse con la fortuna que tenían y poder vivir feliz con su amada.

El crimen se consumó, pero el joven ni se quedó con su amada, ni pudo disfrutar de la fortuna de los padres pues fue descubierta su autoría a pesar de que los cadáveres fueran incinerados y acompañado de una fuerte presión social que quedó registrada en los periódicos de la época, terminó siendo juzgado y condenado al castigo más fuerte que existía: La pena de muerte!! Parte de esa propiedad aún continua en manos de los descendientes de Claude Dépres, quienes tienen la pequeña ferretería a la que llegué y es atendida por la Sra Helen, ya nieta de Claude; ella me contó la historia y también me dijo que solo en lo que iba del año le entraron a asaltar 3 veces hasta que se le ocurrió usar una sábana para hacerse pasar por el fantasma de Gadín cada vez que alguien entra con intenciones de robar y según dicen, así como yo se cagan en las patas. Ante la pregunta de si es verdad que deambulan fantasmas en la casa, como dicen todos los vecinos y vendedores ambulantes de la zona, Helen respondió que sí, que desde que era niña conviven con ellos pero que ya se acostumbraron.

Antes ya se disculpó por darme el susto, al notar que no era un asaltante y me contó esta historia, que sirvió para conocer la historia del ultimo fusilamiento judicial del Paraguay.

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