LO QUE LA PANDEMIA SE LLEVÓ.
Carlo amaneció ansioso, no era cualquier día, llegó el momento de volver a ver a su hermano Rafael después de más de un año de encierro a consecuencia de la pandemia.
Su papá y Rafa viven en Ypacarai y están acostumbrados a jugar en patios, la plaza o simplemente en la calle con su perro; muy distinto al día a día de Carlo que vive con su mamá en el Barrio Las Mercedes de Asunción en un departamento, donde a pesar de tener todas las comodidades, extraña esos recorridos por las calles del vecindario y admirar ver la libertad de ellos; principalmente a cómo su hermano se trepa a los árboles y no se deja intimidar por los ladridos de los perros que a sus ojos son terribles bestias.
Llegaron, el abrazo del reencuentro fue emocionante, la sonrisa en sus rostros no tiene comparación. Ambos dan saltitos rápidos y alegres ante la incapacidad de mostrar tanta alegría y se marchan al cuarto a contarse cosas y mostrarse los nuevos juguetes que aparecieron en la cuarentena para aliviar el dolor de no poder a dar un paseo.
Los padres, terminan de ponerse de acuerdo con los detalles de estos días en que los chicos pasarán juntos; pero no se aguantan las ganas de escuchar qué tienen planeado a hacer los niños? Y van hasta la puerta del cuarto de Carlo a escuchar qué dicen:
“Te acordás de la cancha de la iglesia? Donde hacíamos fortalezas y ciudades de arena?”
- Tiiii, vamo a jugar ahí !!!!! vamo a hacé con papá la pista de carrera má grande del mundo!!
“Y vamos a jugar con estos coches!!” (le muestra su colección nueva de coches de Star Wars).
- Tiiiii, yo quiero usa éte del robót lavarropa!!
“Después vamos al sube y baja de la plaza!! yo de un lado y vos del otro!!”
- Tiiiii, poque tenemo el mismo tamaño!!
“Y después vamos a subir al tobogán alto”.
- Y la hamaca también, vamos a vola en ellas.
“También me vas a enseñar a subir al árbol que está en el patio de Don Anibal? Te prometo que ya no me va a dar miedo”.
- Vamo a subi hasta la punta del árbol!!
Luego de merendar, ya están listos para vivir nuevamente las aventuras por las calles del barrio, donde a camino a la iglesia recordaron paso por paso sus rutinas de actividades:
1- Pasar a toda velocidad frente al portón de la casa de murallas altas que tiene el perro que parece que les quiere comer!! (más que correr de miedo es para tentarlo más, si uno pasa caminando no ladra tanto).
2- Subirse al cantero frente a la despensa y caminar sobre el fino muro como equilibrista hasta la punta y saltar al vacío para que papá les ataje.
3- Jugar a quien sube primero la pequeña escalinata de la iglesia y luego saltar hacia abajo, escalón por escalón con los pies juntos.
El paso 4 era correr por la cancha de tierra con los brazos abiertos como si fuesen aviones.
No se pudo repetir, lo que antes de la cuarentena era la cancha del barrio, se volvió un estacionamiento tarifado; el encargado del local, con visible enojo les dice que ese no es un lugar para que jueguen los niños.
Qué hicieron con la canchita papá? Donde vamos a hacer la pista de carreras para nuestros autitos?
MPara que no caigan en desanimo, el papá les cambia de tema y dice: - No importa, vamos a la plaza a jugar en el parque de la plaza?
“Seeeeeee!!!” responden al unisono.
La plaza 14 de Julio queda a una cuadra y una vez que cruzan la calle ya van en carrera abierta hasta la plaza a elegir el sube y baja con el que se van a medir quién creció más desde la ultima vez que se vieron. Esta vez, después de tanto tiempo, la rutina se repitió exactamente igual:
Cruzaron la calle de la mano del papá, una vez sueltos gritaron: “carrera hasta el parque!!” saltaron el medidor de Essap sin tapa, pasaron uno a cada lado de la columna de ANDE, esquivaron 2 cestos de basura como si fuera un videogame en escala real… pero al llegar a la esquina, se encuentran con otra sorpresa. No se puede entrar a la plaza, porque le están poniendo rejas de metal.
Reza en un cartel: “ESTAMOS TRABAJANDO PARA MEJORAR SU CALIDAD DE VIDA”. Tremenda contradicción, veo en los ojos de ellos la tristeza de entender que les están sacando sus lugares donde jugar al aire libre.
“Qué están haciendo papá?”
- Otra macanada, como en la cancha de la iglesia.
Esa segunda decepción, amenaza con un doble llanto, a lo que nuevamente el padre, se adelanta y dice:
“Eyyy, aún nos queda ir al patio de Don Anibal, a treparnos a su guayabo!!”.
El “seeeeeee!!” acostumbrado, ya suena más pálido, como que no hay 2 sin 3. Pero allí fueron, total, ya no queda otra.
Caminaron esas 2 cuadras hasta el patio de aquel señor ancianito que siempre les saludaba y miraba con nostalgia mientras moneaban en su árbol.
Esta vez no estaba el señor, pero su hija los reconoció y les dejó jugar en el árbol; que se transformaba en la nave espacial en la cual descubrían nuevas estrellas y galaxias.
En esos minutos, el padre se entera que Don Anibal falleció de Covid y que la próxima semana se mudan a Capiatá, tuvieron que vender la propiedad para saldar las cuentas de su internación y que allí se levantaría una nueva torre de departamentos.
Les miré como subían a lo más alto del árbol en cámara lenta, con la resignación de que esos lugares donde nuestra imaginación de 3 niños creaban astronaves, ciudades y escenarios de videojuegos; de ahora en adelante solo serán recuerdos.