EL TRIANGULO DE LAS BERMUDAS EN YPACARAI.
“La imaginación es el Dejavù de lo ocurrido en otra dimensión, en otra vida, el espejo del pasado y de un futuro que inexorablemente sucederá” – Gabriel Rodríguez.
En la década de los 60, el fotógrafo Patrón González invitó al propietario de una avioneta a sobrevolar el cerro Caacupé, que forma parte de la cordillera de los Altos y en su extensión adormece su elevación en tres departamentos: Cordillera, Central y Paraguarí.
La idea original consistía en tomar fotografías aéreas del Lago, el trayecto de la peregrinación a la basílica de Caacupé y la ciudad que lo había acogido por adopción luego de enamorarse de una estudiante de odontología oriunda de Hugua Hù.
La aventura tenía como intención comercial vender a los dueños de las propiedades las imágenes captadas desde el cielo.
Google Maps ni siquiera era un remoto sueño, internet no existía y lo genial de aquel osado emprendimiento prometía muchas ganancias pues todos querrían ver en fotos en blanco y negro como lucían sus terrenos desde las nubes.
Luego de superar el vértigo que implica elevarse cual ave a las alturas, Patrón González capturó las imágenes del valle que en ese entonces ni siquiera la NASA poseía.
Todo transcurría normalmente hasta que una bandada de Karaus provenientes del pantanal del Lago Ypacaraí comenzó a volar a los costados de la nave. El piloto quedó sorprendido por la altitud en la que las aves planeaban y como intuyendo un mal presagio decidió girar sobre el km 34, límite geográfico de Ypacaraì y volver a la pista del Ing. Wasmosy situado en las cercanías de la cantera.
Segundos después de realizar las maniobras, los instrumentos de navegación aérea comenzaron a fallar y a mil metros de altura una nube relampagueante sirvió de cortina que obligatoriamente tuvieron que atravesar. Todo fue oscuridad y turbulencia, luego… cielo azul y claridad de rayos de sol.
El piloto de la aeronave dijo a Patrón González que el fenómeno sólo era un chubasco o agua cero y que no había nada que temer. Pero instantes después sucedió lo que ellos denominaron “sobrevolar una coordenada perdida en todos los mapas del mundo”. Durante aproximadamente 20 minutos se comunicaron con la torre de control de la pista, desde tierra los operarios decían que los radares no los captaban pero que podían oír la transmisión, desde el cielo el piloto manifestaba estar sobrevolando una urbe que nunca había visto en su vida.
Patrón González cambió varias veces el rollo de la película de su cámara y tomó cientos de fotografías de una imponente estructura edilicia cuya cúspide se elevaba hasta el cielo: Era una obra de arquitectura colosal, con antorchas encendidas, pendones coloridos que adornaban los balcones en donde enormes Gárgolas parecían custodiar aquella inexpugnable fortaleza.
El motor de la avioneta estaba parada y el hábil piloto realizó giros en círculo sobrevolando una extensión que en su experiencia de 5000 horas de vuelo le inducían a creer que debía ser Ypacarai.
Pero desde arriba el paisaje era otro, nada coincidía geográficamente con el lugar desde donde hace media hora habían despegado, las serranías rodeaban en palacio que desde las entrañas de la tierra se elevaban al cielo, el follaje era inmenso y especies de aves nunca vistas invadían el espacio aéreo de aquella ciudad perdida en el tiempo.
Después de 50 vueltas en círculo y cuando el combustible de la nave ingresó en reserva, la luz de un faro llamó la atención encendiéndose en la nada y fue captada por el reflejo luminoso en la retina del piloto.
A punto de que la falta de combustible y el peso de la máquina voladora sufrieran por efecto físico los rigores de la ley de la gravedad, una ventana pareció abrirse en el cielo y según el posterior relato de piloto y fotógrafo: “como efecto de magia nos encontramos situados sobre la entonces desmotadora de la empresa CAPSA, a cuya chimenea eludimos de manera casi milagrosa”. “2 minutos después aterrizamos en la pista del Ing. Wasmosy, cuyos operarios manifestaron que durante todo lo sucedido jamás nos vieron en el cielo, ni sus radares nos captaron”. (Versión del piloto y fotógrafo).
Luego de que el encargado del control aéreo comunicara el episodio a la fuerza aérea, el mismísimo Gral. Stroessner convocó a su despacho y ordenó al piloto y al fotógrafo guardar silencio sobre todo lo acontecido y que nunca tal situación debía ser comentada, los negativos de la cámara fueron incautados y toda prueba enviada a la Embajada de los EEUU. Desde entonces Ypacaraì está bajo la lupa de las potencias mundiales, se montaron todo tipo de estrategias e incluso se desplegaron miles de policías para controlar a los habitantes. En ese tiempo una sola ruta servía como trayecto para circular por la ciudad, Ypacaraì era pujante y el comercio redituaba, entonces la CIA dispuso que el ferrocarril dejase de funcionar y que el mercado se convierta en un mausoleo.
La ingeniería dividió en 2 a la ciudad y desde ese entonces sus habitantes comenzaron a discrepar. Por años la KGB, la CIA y el MOSSAD situaron campamentos en la Antigua Tacuaral, luego de cada misa dominguera que reunía a casi toda la población, perseguían vestidos de paisanos a los Ypacaraienses que en su totalidad acudían a un punto único: Las intersecciones de las avenidas Mariscal López y Mariscal Estigarribia, donde estaba situado el EMBLEMATICO Bar Martínez. Son muchos los Ypacaraienses que coincidían en afirmar que a veces veían a enormes gringos vestidos de gabardinas, con anteojos oscuros y sofisticados sistemas de comunicación realizar filmaciones a quienes consumían las butifarras y chipas de Ña Julì y a los que comían las empanadas de la receta secreta de Ña Aguì. Nadie sabe porque los agentes secretos de las potencias como EEUU, Rusia e Israel relacionaban la chipa y las empanadas con aquel suceso aéreo en el que un avión sobrevoló por varios minutos una dimensión desconocida situada sobre la Antigua Tacuaral.
Tiempo después Ña Juli durmió en los brazos de SEÑOR, después Lichè eligió irse y juntos se llevaron aquel secreto de la receta de la chipa, la butifarra y su misteriosa relación con el Mediterráneo Triángulo de las Bermudas situado en Ypacaraì.
Lo que nadie sabe es que la familia de Patrón González secretamente aún conservan un rollo de negativos de aquel sobrevuelo dimensional sobre Ypacarai y que algún día serán reveladas. El viajero del tiempo y el extraño caso del testamento de monedas Rusas. Fue precisamente la antigua ruta 2 el escenario de un viaje al que denominaron “salto en las dimensiones”!, era aproximadamente las 09:00hs cuando una novedosa motocicleta Harley – Davidson de antiguas características tecnicas estacionó al costado de un puesto de ventas de comidas típicas de Ypacaraì. La rutina se repetía cada mañana, el biciclo aparecía y desaparecía como por arte de magia, desde la nada se dejaba ver en la esquina de la estación de servicios SHELL y luego de aprovisionarse con chipas y butifarras,en su rauda carrera se perdía en las cercanías de las vías del ferrocarril.
Fue recientemente cuando nos enteramos de los entretelones de aquel acontecimiento, tras el deceso de Ña Julì y cuando se leyó el testamento que esta sublime mujer dejó a sus familiares. Un tarro de dulce ryrukue contenía cientos de monedas acuñadas en un lenguaje desconocido, (algunas tal vez Rusas - otras Argelinas Africanas etc), la propietaria nunca los cambio a la moneda nacional pues la imagen de Lennin no era del agrado del régimen político que gobernaba el Paraguay. Una carta escrita a puño y letra de la chipera explicaba cómo estas monedas fueron a parar a sus manos. Por entonces la ruta 2 era doble sentido y en la parada de ómnibus de Ypacarai se ofrecía todo tipo de delicias para el desayuno.
La carta relataba que cada mañana la motocicleta paraba frente al puesto de ventas y luego de solicitar las butifarras y la chipa, el viajero pagaba con las monedas rusas para luego perderse en la ruta. Pero no fue hasta que la Policía Caminera montó un operativo en las cercanías de la relojería la hora cuando el viajero no tuvo otra que detenerse y exhibir sus credenciales. Era Jean Michel Sekatcheff Glinskaya, nacido en Taher – Argelia, su madre era de San Petersburgo – Rusia, y su padre nacido a orillas del Mar Negro, en donde la mitología situaba el fin del mundo. El viajero tenía varias nacionalidades: Descendiente Ruso, Africano y Francés porque los Galos ejercían protectorado sobre Argelia Para evitar ser descubierto en su viaje en el tiempo, Jean Michel Sekatcheff Glinskaya afirmó que recientemente llegó al país y se radicaría en el pueblo de Ypacaraì.
Nunca regresó a Taher, por mucho tiempo fue para nosotros una especie de Leonardo Da Vinci, inventando aparatos, creando planos de miles de proyectos, enseñando en los colegios y por último, llevándose a la tumba la ubicación exacta de las coordenadas del portal de las dimensiones situada sobre la ruta al que muchos llaman El Triángulo de las Bermudas de Tacuaral, el que una vez Luis Escobar (alias Luis Lata) atravesó para perderse eternamente.
Desde entonces hasta nuestros días la familia Sekatcheff Snead forma parte de Ypacaraì y en secreto conservan la historia del viaje en el tiempo, mientras las monedas contenidas en el frasco de vidrio duermen el sueño de los justos en alguna alacena, a la espera de que algún coleccionista numismático lo exhiba como tesoro histórico.
La Antigua Tacuaral es el túnel del tiempo y la encrucijada de portales dimensionales, como por ejemplo la de Cerrito, desde donde según relatos de los pobladores puede iniciar en motocicleta un recorrido de segundos para llegar hasta las cercanías del peaje, o la propiedad de la familia Amarilla Snead en el barrio San Blas, en donde el ganado se perdían misteriosamente para aparecer de nuevo 20 años después, con suficientes crías como para formar una hacienda.
Esperemos que algún día el Departamento de Estado de los EEUU desclasifique los secretos guardados sobre la comarca situada a orillas del Lago, y así acceder a las tomas aéreas captadas por aquel fotógrafo y poder ser testigos de lo que sus ojos vieron desde las alturas, ahí donde la brújula perdió su norte. El caso Ypacarai está celosamente guardado en la misma bóveda del “Incidente Rosswell”, en el área 51.
¿Será verdad?, ¿será mentira?, tratándose de Ypacarai todo es probable, pues ahí lo imposible sencillamente no existe.