LA PESCADA Y EL PACTO FINAL.
Esta historia es muy reciente, hace solo un par de décadas en la hermosa capital folclórica de la patria; Ypacaraí, en aquellos tiempos de juventud casi niñez aun, me juntaba con un grupo de compañeros de colegio (no voy a dar nombres por respeto a mis amigos) para salir a andar en bicicleta recorriendo nuestra bella cuidad, salíamos en las tardes a recorrer los caminos, íbamos al patio del Colegio Don Bosco, a la cantera, a ECOMIPA, al lago, después ya decidimos salir a las cuidades vecinas a San Ber, al km 43, pero cierto día decidimos cambiar la rutina de andar en bicicleta, así que pensamos en hacer algo diferente: ir de pesca, la famosa pescada.
Lo hablamos un lunes y acordamos que el día de la pescada sería el siguiente viernes, el famoso viernes de soltero, ya que en esas épocas empezaba a fluir por nuestras venas el ansia del sexo opuesto, la famosa chica´i, a la cual cortejábamos haciendo la famosa “pasada” una y otra vez frente a su casa, hasta tener la suerte de observar a la doncella en su hogar, ese era nuestro WhatsApp en aquella época.
Bueno, volviendo al tema, preparamos anzuelos y cañas, la liñada (famosa por hacerse con latas de algún insecticida vacío, por lo general baigon) el sebo´i para la carnada y los más “baqueanos” llevaban carne… para el tare´yi, y hasta nos equipamos con una red (que no era mas que un saco vacío de cebollas, para el “blanquillo”).
Ya prestos a salir decidimos que la pescada sería en la noche, hora propicia para el pique de los más grandes ejemplares, dejando nuestras bicicletas (hermosas y con no menos de 18 cambios cada una) en la casa del socio más cercano, emprendimos camino al arroyo, llenos de alegría y alguna que otra bebida que de seguro haría picar más a los peces, y si no picaban de seguro la pasaríamos bien.
Ya todos instalados al costado del arroyo, en lugares que a nuestro juicio eran los ideales, dejamos los enseres a cargo del cocinero designado (o sea, el que menos noción de la pesca tenía) y nos dispusimos a lanzar las liñadas y las canitas al agua.
Era una hermosa y cálida noche de viernes ya cerca de la media noche en el mes de marzo, alumbrada de manera majestuosa por una luna llena enorme, creo que es la más grande que vi en mi vida, y de repente, ocurrió, algo que nunca podremos entender, al otro lado del arroyo, se vislumbraba la silueta de un ser, una persona, sentada en cuclillas, observándonos, teníamos varias linternas, y un valiente, encendió una para ver que o quien estaba del otro lado, la respuesta: nadie.
Ya medio asustados por el hecho, seguimos en la pesca, hasta que de repente, sentimos la caída de algo o alguien al agua, al estilo bomba, con un tremendo estruendo que no movió absolutamente las aguas del arroyo, eso fue suficiente para que todos los presentes en el lugar abandonáramos la pesca y emprendiéramos una ordenada y presurosa retirada.
Formados ya en perfecta “fila india” nos dispusimos a regresar a la seguridad de la cuidad, éramos 15 jóvenes caminando con las linternas encendidas hasta que de repente, cuando teníamos a un lado del camino una plantación de caña dulce y al otro lado un interminable yuyal, todas las linternas se apagaron al unísono y escuchamos fuerte y claro una orden: “pe guapy” y todos obedecimos, instantes después, del lado donde estaba la plantación de takuare´e, escuchamos que algo se movía y se dirigía al camino, y de repente, saltando de la plantación al camino, apareció, un ser casi en 4 patas, con mucho pelo en el cuerpo y los ojos de color rojo, tan rojos que se veían aun en la hermosa noche de luna, respirando agitadamente, volteo; nos observó por unos segundos, y de nuevo dio un gran salto para meterse al yuyal.
Cuando las linternas volvieron a encenderse, aun no sé cómo, pero llegamos a casa del socio donde estaban nuestras bicicletas, las tomamos y fuimos a la plaza de la cuidad, en la rotonda de la plaza para ser más preciso; y en ese lugar, pasada ya la media noche, nadie hablo, solamente un silencio nos reunía, entonces dije: alguien tendrá que contar esto, la cosa era saber quién y a quien contárselo, entonces decidimos hacer un pacto, pasados 25 años desde esa fecha, haríamos pública esta historia.
Y ha llegado el momento, han pasado 25 largos años, ¿por qué esperar 25 años? Bueno, porque fue el primer número que se nos vino a la mente, yo creo que era porque en esa época jugábamos mucho 25, o porque quizás con 39 o 40 años ya no nos tildarían de locos, como sea por algo fue, lo que nunca sabremos es, que fue lo que vimos todos aquella noche, no quiero hacer suposiciones, pero; ese yuyal terminaba en la parte de atrás del cementerio de Ypacaraí, cada quien puede sacar su conclusión, a lo mejor era el famoso Luisón, y algo más, ¿qué fue lo que nos observaba desde el otro lado del arroyo? ¿y quién o que fue lo que nos habló para que todos nos sentáramos.
Y esta es mi historia, la historia de la pescada y el pacto final.