El Grand Slam de Ypacarai
El tenis en el pueblo del Tacuaral no es un deporte exclusivo de la élite económica, a diferencia de las otras ciudades que si por acaso tienen alguna cancha de este juego, está reservada a las familias pudientes en algún club chururú; aquí la pista del Centro Social siempre estuvo a disposición de todo aquel deportista que se atreviese a practicar, sea pobre o rico, y por lo tanto allí se llevan a cabo desde hace décadas duelos entre aficionados locales, aunque lejos del glamour de los torneos de Wimbledon o Roland Garros, están provistos de igual emoción para los jugadores y los ocasionales espectadores porque obviamente esa libertad genera espectáculos pintorescos como partidos con los jugadores descalzos, bajo lluvia u otras reglas inventadas de común acuerdo entre los contendientes.
En los 80s el deporte llegó a su máxima popularidad gracias a las hazañas del campeonísimo Victor Pecci y todos los niños y jóvenes soñaban con seguir sus pasos. Es así que un floreciente industrial de la ciudad construye en su señorial residencia otra cancha de tenis, para que sus hijos puedan practicar en casa con instructores que venían semanalmente desde Asunción.
A diferencia de la del Centro Social, la nueva pista estaba destinada a recibir jugadores y público más selecto; pues era motivo de reuniones que fortalecían los contactos sociales de la familia con la alta clase de otras ciudades y especialmente de la capital, que a su vez redundaba en más y mejores negocios. Los fines de semana era especialmente concurrida la mansión y obviamente se daban duelos entre jóvenes que mostraban su destreza en esa cancha para impresionar a los distinguidos presentes, especialmente a las señoritas.
Y fue un domingo que uno de los invitados, un potentado comerciante importador llega con su familia y un inusual acompañante, era nadie menos que el gran tenista argentino Guillermo Vill@s que estaba de visita en Paraguay para promocionar la marca internacional de autos de lujo que representaba dicho empresario; el ex número uno del mundo ya estaba en sus últimos años de actividad profesional pero su fama seguía intacta y a pesar del unánime e insistente pedido de los presentes que haga un partido de exhibición, se negó.
Pasaron unos minutos en los que se pasó firmando autógrafos y finalmente, luego de que la irresistible hija del dueño de casa, la hermosa Rocío Cristal se lo pidiera con su encantadora voz, que para el efecto resultó un verdadero canto de sirena, terminó aceptando... pero condicionó, eso sí, a que sea ante un contrincante de buen nivel, que inviten al mejor jugador de la ciudad para ver si le podría arrancar aunque sea unos puntos.
Fue así que el anfitrión envía a sus secretarios a que busquen a un tal joven que le apodaban “Humedad” que se decía era el más destacado del pueblo en ese deporte. Lo encuentran jugando un partido so’o en una canchita de tierra y como era de costumbre: pynandi y sin remera; entre los emisarios que no le explicaron muy bien la situación y el muchacho que se ve sorprendido ante el pedido, acude a la cita tal cual se hallaba, con apenas un shorcito TP negro tipo Cimefor, sucio y sudado de pies a cabeza; lo cual fue motivo de justificada risotada de la elegante concurrencia al llegar. Sin embargo, para que pueda darse el esperado duelo, le proveen de raqueta y toda la indumentaria necesaria, previa ducha obviamente, para que pueda enfrentarse al múltiple campeón internacional; en un evento que sería una singular versión deportiva de David y Golliat
Una vez listo, es presentado nuestro crédito local al ilustre visitante. Humedad recién ahí dimensiona a quién debe enfrentarse, pero ya no puede negarse, el público está vitoreando su nombre. El campeón lo mira con una mezcla de simpatía y soberbia; pero lo alienta a dar su mejor esfuerzo y dice en voz alta para que oigan todos: “imagináte pibe que esto es para vos una final del Abierto de Francia, para mi es solo un partido de exhibición, vamos a jugar un solo set, está bien?”.
Nuestro héroe apenas pudo responderle asintiendo con la cabeza ante el asombro de lo que sus ojos veían.
Ante la atenta mirada del ansioso público, hacen un corto calentamiento con un peloteo durante 5 minutos y ya se disponen a iniciar el partido que quedó en la memoria de todos como el Grand Slam de Ypacarai.
Humedad logra ganar mantener con cierta dificultad su saque, ante sorpresa de todos, sin embargo el campeón lo hace con facilidad en su turno. A medida que avanza, el partido se va equilibrando y cada uno hace valer su saque hasta llegar a un sorprendente 6-6, que de por sí ya era un resultado de lo más sensacional para el jugador local.
Entonces deben ir a un tie break.
La asistencia en masa ya se volcaba a alentar al joven ypacaraiense, la voz había corrido en el pueblo y los vecinos se trepaban a los árboles, murallas y techos que rodeaban la casa, incluso a la torre de la iglesia y la antena de la radio, que suspendió su programación para transmitir ese desempate que tenía ribetes épicos. Por otro lado, el nerviosismo era cada vez más evidente para los visitantes, pues un desenlace adverso sería una catástrofe para las ventas de la marca de autos; allí estaba en juego mucho más que el honor.
Fue así que el joven Humedad alcanza a tener la oportunidad de un match point, estaba a solo un punto de batir a esa leyenda mundial. El público ya había dejado hace tiempo de respetar el ceremonioso silencio que caracteriza a los partidos de tenis y se parecía más a una hinchada de fútbol celebrando cada punto como si fueran goles.
Llega la jugada decisiva y toca saque del campeón, primer servicio va a la red.
El segundo servicio, según cuentan algunos testigos picó en la línea, pero como algunos espectadores gritaron: AUUUT… AUUUUT; eso ya no importaba, no había forma de saberlo con certeza porque ya se desató la locura y el festejo.
Aquel visitante ilustre y las personas que lo acompañaban se retiraron raudamente sin despedirse y la policía tuvo que intervenir para que la gente no invada la lujosa morada y la cosa se descontrole.
Al día siguiente, los representantes del emblema automovilístico que había traído al Paraguay a ese jugador desmintieron categóricamente el supuesto rumor que se expandió por Asunción, de que el mismo había perdido un partido de exhibición en Ypacarai, explicando que estuvo todo el día en la piscina del Hotel Guaraní, donde se hospedaba. La chuchicracia de la capital y la dirigencia deportiva de la época hicieron un pacto de silencio sobre el hecho por el riesgo de que aquel importante auspicio internacional se retire del país, actitud mezquina, pues aquel chico podía convertirse en una estrella mundial, cosa que no les importó; pues negocios son negocios.
La estrategia de hacer de cuenta que aquello nunca ocurrió dio sus frutos, la historia quedó por varios años en el anecdotario popular como una fantasía; pero todos los que presenciamos aquel partido, sabemos que un ypacaraiense ganó el primer y único Grand Slam de Ypacarai.