Malavisión.

Esta historia me la contó Andrés Invernizzi, semanas antes de que dejara de hablar.

A diferencia de su hermano Marcos, a quien no llegué a conocer, aquel era muy supersticioso, creía en la existencia de todo tipo de mitos, cábalas, agüerías y fenómenos paranormales.

Marcos sin embargo era muy incrédulo y desconfiado, extremo que los hacía demasiado diferentes. Aun así, eran inseparables.

A mediados del 2020, cuando la terrible sequía de ese año había afectado radicalmente el nivel del lago Ypacaraí, extendiendo la playa a decenas de metros de su cota habitual, ambos hermanos fueron a la zona de los humedales del lago, con intenciones de pescar.

Llegaron hasta el balneario municipal en escasos minutos, siguiendo a pie la ruta que va hacia Areguá, al norte de la ciudad

La temperatura era agradable para caminar y evadirse así del prolongado encierro al que nos llevó la peste.

Habrán sido las cuatro de la tarde cuando llegaron a la entrada del balneario. Fuera de los cuidadores apiñados en la entrada, guareciéndose del viento, parecía no haber un alma tanto por la época del año como por su inhabilitación oficial que sin embargo era permeable.

Siguieron hasta las orillas del lago y se dirigieron hacia la desembocadura del “riacho” bordeando la extensa playa, que exhibía en sus adyacencias un barro seco de negrura cloacal, agrietado por el persistente sol que aun en invierno es cálido y el filoso viento del sur.

La bajante dejaba al descubierto una infinidad de pequeñas almejas y esqueletos de peces, además de vergonzosos despojos que Marcos examinaba con detenimiento: latas de cerveza, botellas de todo tipo, cartones de vino y bolsas de plástico, todos ellos como fósiles contemporáneos que testimonian la inconciencia humana.

Andrés, sin embargo, estaba sorprendido por la cantidad de gatos que salían al paso, maullando con tono de súplica, de hambre sin duda. ¿Cómo fueron a parar ahí? ¿Algunos habrían sido abandonados y terminaron formando una colonia?

Cuando se acercaban al extremo del lago, donde una pequeña península se extiende como una lengua sobre el agua, escucharon un grito agudo, sin dudas estremecedor

Andrés quedó paralizado, bien sabía de qué se trataba informado como estaba de las costumbres de ciertos seres malignos. Marcos, sin embargo, lo atribuyó a la eufórica embriaguez de algunos pescadores y siguió adelante.

Luego de algunos metros se perdió de vista, ocultándose tras un declive del terreno. Entonces su hermano no tuvo otra alternativa que seguirlo y lo hizo, con más temor que cautela.

Al bajar el montículo, al borde uno de los arroyos que llegan hasta ahí, se quedó helado y desató el espanto que tenía a flor de piel, al ver en el suelo a dos pálidos cadáveres que parecían haber sido atacados por vampiros, aunque no se detuvo a examinar sus cuerpos, siguió dando unos pasos más buscando con la vista a su hermano, cuyo rastro había desaparecido.

Fue entonces cuando la vio, temía su presencia y de alguna forma también la estaba buscando. A unos sesenta metros lo estaba vigilando una mujer de altura descomunal, toda blanca, con las manos en alto y con las garras abiertas en la amenazadora posición que, según se sabe, es la que adoptan las fieras y los monstruos para intimidar a sus potenciales víctimas y, como si no fuera suficiente esa espeluznante actitud teatral, la mujer mirándolo fijamente soltó un hiriente y aún más agudo grito.

Andrés, repuesto de tanto susto, comenzó a correr con desesperación volviendo tras sus pasos, corriendo hacia la entrada, ignorando piedras, ramas sueltas, espinas y pozos, sentía en sus espaldas el acecho de la mujer persiguiéndolo por eso no se animó a dar vuelta la cabeza y corroborarlo, sentía también que el corazón en la garganta.

Los pocos minutos que tardó en llegar hasta la caseta de la entrada fueron eternos para él. Hay hechos que no se sujetan a la común medida del tiempo, decía Borges, y este caso debió ser uno de ellos.

Ese trayecto de poco más de quinientos metros le pareció interminable y los segundos que transcurrían se volvieron años.

Cuando llegó, no podía hablar de la fatiga y del susto, recién cuando se sintió a salvo y su respiración fue aquietándose pudo relatar el hallazgo de los cadáveres, la desaparición de Marcos y la terrible visión de la mujer poseída por mil demonios

Los encargados del balneario, que entonces eran tres, improvisaron unos garrotes y fueron a verificar lo ocurrido, caminaron todo ese trecho sin decir una palabra, quizás tratando de estar alertas y agudizar el odio o tal vez por el miedo que se había instalado en el ambiente. Andrés no se animó a seguirlos.

Cuando llegaron a la desembocadura del riacho pudieron corroborar que los cuerpos de los pescadores habían desaparecido.

Recorrieron toda la zona buscándolos, también a Marcos, sin hallarlos. Felizmente tampoco encontraron a la monstruosa mujer. La búsqueda la repitió la policía, que fue alertada por los encargados, también sin éxito.

Andrés nunca llegó a recuperarse del pavor experimentado y cada vez más fue aislándose, las pocas veces que salía a la calle era para sentarse en la vereda de su casa, ubicada en el barrio Santa Rosa sobre la calle Iturbe, con la mirada hacia el norte, como si esperara el regreso de su hermano.

Así lo hallé el día en que paré a hablar con él y me refirió esta historia, con mucho desorden y, evidentemente, con muchas omisiones. Más adelante tuve la ocasión de hablar con vecinos suyos.

Me sorprendió lo poco que sabían acerca de la desaparición de Marcos, pues, para algunos seguía en la Argentina, donde fue en mal momento a buscar alivio económico.

Tampoco quise ahondar en la pesquisa, ni hablar de lo ocurrido con sus familiares, lo reciente del episodio los tenía visiblemente afectados y preferí evitar mortificarlos con preguntas, así que me conformé con la primera versión de estos hechos.

Al desdichado de Andrés nunca más lo volví a ver, más por mi ingratitud antes que por la pena que me causaría hallarlo postrado como está. Cuentan que primero dejó de hablar y después se rehusó a comer, y que ahora estaba totalmente loco, guardando en su mente esta historia que todavía tiene muchas interrogantes.

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