Kelá, el Inmortal.
Gerardo Alcaraz era una humilde persona, de estatura pequeña, con unos enormes ganglios en la mandíbula daba la impresión de que siempre estaba mascando náko, de hablar pausado y con la palabra justa decía solo lo necesario, el hombre que miraba de reojo como controlando todo era dueño de su silencio como si guardara un secreto inconfesable.
A pesar de ser más Paraguayo que el guyrá campana tenía unos raros rasgos Camboyanos y por ello cualquiera diría que era pariente de Káto, aquel oriental ayudante del Avispón Verde, o que era primo hermano de Comegato, célebre personaje de las historietas de Condoríto.
Cuadrillero de la Municipalidad de Ypacarai, en la década de los '80 integraba un grupo de jornaleros al mando de Leocadio Vera Arrúa, alias Caío Vera, y eran los encargados de que las calles, baldíos y plazas estén pulcramente mantenidos y libre de malezas.
Con machetes, el ty'ãi, y el cantaríllo para las jornadas de tereré (que siempre superaba a la jornada laboral), era común ver a estos hombres bajo la sombra de un árbol, mientras descansaban luego de vender por unos pocos guaraníes su no calificada fuerza laboral.
Bajo la apariencia de un desamparado de la fortuna y el saber, Gerardo Alcaraz más conocido como Kelá, pasaba sus días manteniendo bien escondido el secreto de su verdadera identidad, esperando con cierta impaciencia el momento en que el destino o mejor dicho, que su guía espiritual, le autorizara revelar a propios y extraños su asombroso misterio.
Como habitualmente sucede con los predestinados, Kelá nació en la pobreza absoluta, un pesebre sería un palacio comparado con el rancho que lo acunó, sudaba pobreza, respiraba necesidad, olía a frustración y se desvelaba en la esperanza de que algún día su vida cambiaría gracias al maravilloso DON que su ángel de la guarda le había otorgado.
A lo largo de toda la historia de la humanidad, los hombres destacados y que protagonizaron las más grandes epopeyas, siempre provinieron de un origen paupérrimo cuasi – miserable y sin embargo llegaron a ser las personalidades más poderosas que el mundo conoció, como ejemplo citaremos solo a uno, al más influyente de la historia: Jesús, el carpintero.
Con la raíz encaramada en la nada, sin herencia, sin ganado, sin apellido de alta alcurnia, sin terruño y hasta sin bandera, estos hombres demostraron que la riqueza o el linaje paniaguado no pueden comprar el poder, que en todo caso a través de la plutocracia puede ser detentado o usurpado momentáneamente, pero una cosa es tener el poder y otra muy distinta es SER el poder.
Kelá había nacido con un poder inconmensurable y prometido en los pasajes bíblicos: acompañar al mundo hasta el fin de sus días, estando en el vientre de su madre el Arcángel le dijo que sería distinto a los demás hombres, “los del montón nacen y mueren” le susurró al oído, y luego le revelo su DON diciéndole: “El libro del cielo solo registra tu nacimiento, ninguna tinta escribió la fecha de tu muerte, dice Indefinido y de hecho la Parca no puede verte, tocarte y mucho menos llevarte”.
En sucesivas ocasiones la impaciencia le había jugado una mala pasada a Kelá, vivía angustiosos inconvenientes en el manejo de los tiempos, no podía revelar su secreto y potencial, debía mantener en el anonimato su identidad perenne, mientras esperaba el momento en que su ángel por fin le diría que misión vino a cumplir en este valle de lágrimas.
En el año 1986 y sin ser invitado fue a participar del cumpleaños de un dirigente colorado que jurando lealtad a Stroessner quería hacerse de las riendas políticas en Ypacaraí.
En las cercanías del Club el Porvenir y tras recorrer un extenso paseo arbolado de imponentes eucaliptos, Kelá llego a la residencia del caudillo y de inmediato se puso a beber por la salud del anfitrión.
Pronto el alcohol inundó sus venas y convertido en impetuosa consejera, hizo aflorar en aquel diminuto hombre las incontenibles ganas de que alguien sepa o conozca su increíble Don.
Desobedeciendo el mandamiento que le hiciera su Guía ángel de la guarda, quien le había prohibido ingerir alcohol, Gerardo Alcaraz no comprendía ni veía sentido en tener que callar lo que podía hacer, de que sirve tener el poder o el DON que todo el mundo ansía si ni siquiera se puede fanfarronearlo murmuró.
Unas extrañas voces le susurraban cosas en la mente, con una Alcoho-cefalía galopante pronto se imaginó marginado, sentía que la concurrencia lo ignoraba por completo, notó que nadie le pasaba la mano, que nadie lo saludaba. O sea no existía, era invisible a la consideración de la gente, no sumaba ni restaba, si moría nadie se daría cuenta, estando vivo no era percibido y envuelto en una absurda depresión concluyo que era un DON NADIE.
Entonces decidió gritar su verdad, quería que aquella multitud supiera su colosal superioridad, deseaba de manera ferviente verlos empequeñecidos ante su fabuloso Don, que se postraran ante él como un semidiós invencible e inmutable ante el tiempo.
Bebió un fondo blanco de caña blanca, se armó de coraje y como acto de fraternal lealtad decidió que el primero en enterarse de su secreto sería su fiel amigo Luis Molas, más conocido como “Lo'ito”, jefe de transporte en bicicleta de Comercial Cáceres, bohemio nocturno y mejor alumno del popular PINTO, mozo y guitarrero estable del Bar Totín.
Lo'ito tuvo que ser internado de urgencia luego de que Kelá le dijera: “Soy inmortal”.
Sus tripas le dolieron de tanta carcajada, el calambre laceró su espalda tras revolcarse en el suelo en ataque de risa, y luego de una hora de incontenible jepuká, la ambulancia se llevó a Luis Molas, quien a pesar de inhalar cloroformo para dormir, seguía con un contagiante “ja,ja,ja” que matizaba con los ronquidos del profundo sueño al que fue inducido.
Kelá no pudo soportar que su amigo no le creyera, furioso contra sí mismo y contra el DON fue hasta la cantina, se apropió de varias botellas de caña blanca y sin despedirse de nadie (de hecho sin que nadie lo notara), se marchó de la fiesta rumbo a lo desconocido.
Herido en su amor propio decidió renunciar a su destino, desistir de su Don, y luego de acabar con la bebida espirituosa que traía como “avío”, quiso ponerle fin a su existencia arrojándose a las vías del Tren.
En medio de la oscuridad de aquella madrugada, para ser más precisos a las 04:00 hs, el Tren partía de Ypacaraí rumbo a Asunción.
Con sus músculos y tendones tensados como cuerda de arpa, Kelá se encontraba agazapado sobre el puente situado en las cercanías del establecimiento ganadero de los Sforza y tras oír el tintineo y el inconfundible pitar de la locomotora, como un velocista olímpico corrió a 120 kilómetros por hora y en un acto disparatado más que suicida, atropello al tren luego de tomar impulso en las vías.
Siempre se pensó que Gerardo Alcaraz había sido atropellado…en realidad fue el quien atropello al tren, aunque usted no lo crea.
Tras un fuerte ruido que llego a todos los rincones de Ypacaraí, la portentosa locomotora se llevó por delante el cuerpo de Kelá, y luego de ser arrastrado por 200 metros quedo tendido al costado de las vías, y no fue hasta el amanecer 4 horas después cuando encontraron su cuerpo mutilado, bañado en un charco de sangre, magullado e irreconocible.
Los que lo encontraron ni siquiera llamaron una ambulancia, nadie podía estar vivo luego de semejante trauma, metieron sus despojos en una bolsa y con el bulto sobre sus hombros fueron hacia el humilde rancho de Kelá, situado a pocos metros del lugar.
Cuando aquellos hombres llegaron al domicilio de Anselma estibando el macabro costal, y antes de anunciar el hallazgo se oyó una voz diciendo en guaraní “Felicia, tere´hó e joguá sheve mortadela ta´ú”.
No era una voz de ultratumba, era la voz de un Gilgamesh Ypacaraiense, de un Matusalén Tacuaraleño, o en pocas palabras: De un Inmortal, era Kelá quien había despertado, estaba vivo, y con mucha hambre.
Hasta un aplazado estudiante de enfermería sabe que protagonizar un trauma de las proporciones sufridas por el cuadrillero equivale a morir de manera inevitable.
La Arteria Femoral por el que fluye principalmente el torrente sanguíneo se encuentra en la cara anterior del muslo, cortarse una de esas venas ocasiona una hemorragia que puede causar la muerte por desangramiento EN UNOS POCOS MINUTOS, luego del trauma la vasoconstricción producida por la liberación de una gran cantidad de adrenalina podría extender la agonía por unos cinco minutos aproximadamente.
Kelá soporto la mutilación de ambas piernas, o sea de ambas arterias femorales y CUATRO HORAS después del accidente aún estaba vivo.
Reitero, una persona con un corte en la arteria principal, sin la debida atención moriría 5 o pocos minutos después dependiendo de la edad y otros factores. Luego de que la locomotora se lo llevará por delante, Kelá seguía vivo 240 minutos después de cortarse ambas arterias, de perder 2 piernas y tras haber sido arrastrado 200 metros por toneladas de acero sobre ruedas
Tras el choque protagonizado por Kelá y el tren, el hombre pasó más tiempo en el hospital recuperándose de la resaca que por haber sido literalmente despedazado por la colosal maquinaria ferroviaria
Beber tres tambores de caña blanca le hizo más daño que la colisión, luego de un par de litros de suero, el inmortal de nuevo estaba en su casa sin piernas pero sin dolor y como si nada hubiera ocurrido; sin embargo los daños materiales ocasionados al tren nunca pudieron ser reparados, desde ese momento la locomotora quedo inutilizada y aquella madrugada de 1986 realizo su último viaje.
Al otro día Kelá busco su machete, su ty'ãi y su cantarillo y quiso ir a trabajar, pero olvido que ya no tenía piernas, sin duda tenía que buscar otro medio de subsistencia, ya no podía vender su fuerza de trabajo, por lo que dedico su tiempo a pensar y ver cómo podía hacerse de algún dinerito para montar un negocio y ganarse la vida.
Meses después de ese accidente, Kelá vendía golosinas en una silla de ruedas que tenía incorporado un mostrador tipo exhibidor de madera y partes de una bicicleta para pedalear con la mano y moverse por toda la ciudad.
Así, sin piernas por no ceñirse a las reglas y los consejos de su guía, el inmortal subsistía vendiendo caramelos, ayudado por su familia que jalaba o empujaba el vehículo o medio por el cual subsistían.
Fue muy tarde cuando Kelá por fin comprendió que a pesar de detentar superioridades el hombre debe anteponer la virtud de la humildad, que no debe avasallar a nadie, que debe utilizar su potencial para lo bueno, lo justo y lo noble, y por sobre todo: Que debe honrar a su familia que en las buenas y en las malas es quien lo acompaña.
El hombre que no es leal a su familia no puede ser leal a la sociedad, bastardea un falso liderazgo apuñalando a su familia, que es el núcleo principal y la base de un sistema organizado de relaciones que se establecen entre este conjunto de personas.
Ya en su nueva ocupación y después de nacer por segunda vez, Kelá vendía dulzuras intentando sacarse el amargo sinsabor de la boca.
Una vez, luego de una ardua jornada de ventas, volvía a su casa como un Quijote sobre ruedas acompañado de quien era su Dulcinea, encarnada por su amada esposa Anselma, y de Felicia su hija-Sancho Panza escudera.
Cuando intentaban cruzar la avenida y estando a mitad de la ruta número 2 Mcal José Félix Estigarribia , un despistado automovilista de origen oriental se llevó por delante a Kelá mientras su cortejo exclamo “para que te quiero pata”, abandonando a su hidalgo QUIJOTE y escapando como podían de aquel loco del volante.
Tras el impacto Kelá voló por los aires, y luego de innumerables voltereta se estrelló contra el suelo partiendo el duro asfalto y levantando tanto polvo que la noche se puso más oscura de lo que ya estaba.
Una lluvia de caramelos, chicles y turrones siguió a aquel infortunado hombre en su involuntaria pirueta en las alturas, y a pesar de lo meloso de aquella bonanza, la misma no contribuyó a endulzar la amarga situación por la que acababa de pasar el humilde vendedor ambulante.
Aun anonadado por el shock, el oriental que lo atropello se dio el susto de su vida luego de comprobar que la víctima ya no tenía piernas, y pensando que fue él quién lo había mutilado tras embestirlo, cayó desplomado al suelo desmayado a causa de la impresión.
Algunos dicen que fue el mismo Kelá quien llevo al oriental hasta el Centro de Salud, distante a 3000 metros del lugar en donde ocurrió el accidente, lo cargo estoicamente sobre su silla de ruedas - mostrador - bicicleta, lo dejo en Urgencias y se retiró de ahí, no sin antes regalar un bombón a la enfermera, gesto de caballerosa galantería que despertó los celos de Anselma y por el que esa noche como castigo, nuestro inmortal gallo tuvo que dormir afuera y en compañía de sus perros, por ser un “seductor incorregible y consuetudinario”.
En la actualidad y luego de empaparme con las historias de Kelá, me causa mucha gracia cuando escucho a alguien decir que aquel vendedor de caramelos murió.
Luego de su infortunio Kelá seguía asistido por su mejor amigo llamado "Lo'íto", y por consejo de este arriero al que consideraba un hermano, Kelá fingió su muerte para borrar su identidad y perderse en la clandestinidad, solo así podía estar seguro de las acechanzas de los Yankees y los Rusos, que se habían enterado de su caso y vinieron a Paraguay para estudiarlo.
Lo'íto era el único amigo a quien Kelá había confesado su secreto, y este, temeroso de que los espías Norteamericanos y Rusos lo secuestraran para diseccionarlo como a una rana en sus laboratorios, aconsejó al inmortal quemar su propio archivo, o sea fingir su muerte.
Una vez y convenidos de manera inteligente con Lo'ito, de manera intencional Kelá dejo de respirar por dos días y controlando sus signos vitales engañó al más mañero de los médicos: el DR. FERNANDEZ, de quien se dice fue el pediatra del Mariscal López, con 250 años en el ejercicio de la profesión, y quien firmo su certificado de defunció
Nadie lloro en el sepelio del inmortal, en una sociedad de hipócritas la tristeza o las lágrimas se exteriorizan o se vierten según el status del difunto. Depositado en una fosa común, al 2º día Kelá reactivo el latir de su pulso sincronizando todos sus signos vitales y emergió de la tierra más vivo que nunca, luego de ser desenterrado por su fiel amigo Luis Molas alias Lo'íto.
Desde esa vez Kelá vive en el olvido de la gente, aunque lo de “vive” es un decir, en realidad y para las apariencias murió en el registro histórico, la memoria colectiva lo olvidó y lo archivó en el frío sitial de la indiferencia.
En la actualidad cada tanto una oscura Limusina pasa una y otra vez frente a la antigua casa de Anselma y Felicia, en ocasiones el auto frena, la ventanilla se baja y el ocupante deja caer algunas lágrimas en el suelo para luego proseguir viaje, se dice que es Kelá quien visita su lugar de origen luego de volverse inmensamente rico tras sacar provecho al alquimismo, a cuyo secreto accedió a lardo de su incesante existir.
Puede que algunos no crean esta historia, pero mi amigo Isaac Villalba puede dar fe de lo que digo, Ypacarai es misteriosa e impredecible, ahí vivió Kelá el inmortal, aunque un amigo esotérico me dijo que en realidad aquel personaje era el mismísimo JUDÍO ERRANTE.